Buenos días

¡AUPA BALLENEROS!
Jorge, Maite, Ainhoa, Iñigo U., Jon, Luca, María, Lidia, Iñigo A., Nerea, Gorka y Geraldine, sois muy afortunados por tener la posibilidad de visitar Galicia, además acompañdos de un profesor extraordinario con una dedicación permanente y desinteresada.
Vosotros y vosotras sois lo que sois. ¿Sabeis lo que sois?Soís únicos. Una maravilla. Nunca ha habido nadie como vosotros y vosotras. Teneis todas las capacidades, debeis esforzaros para aprovechar esta oportunidad. Soís dueños de vuestros sueños, de las esperanzas y de los éxitos pero también responsables de los fallos, errores o fracasos.
Estais viendo otras ciudades, diferentes paisajes, con costumbres y gentes diversas.
Teneis que conocerlos e intentar comprenderlos.
¡ANIMO OTEIZANOS! Y ¡BUENA SUERTE!

PD: Iñigo ya nos hemos enterado de tu pequeño percancillo. Con la energía que tu tienes y lo valiente que eres, estamos seguros que pronto vas a mejorar. ¡AUPA VALIENTE!

BREVE CUENTO PARA PENSAR, SOLO UN POCO, ANTES DE DORMIR.

Ezequiel, propietario de una tienda, estaba colgando sobre la puerta un cartel que anunciaba: «VENTA DE CACHORROS». No tardo en aparecer una niñita bajo el cartel.
– ¿A cuánto vende usted los cachorros?- Preguntó.
– Entre 30 y 50 €- Respondio Ezequiel.
Carla rebuscó en sus bolsillos y sacó algunas monedas.
– Solo tengo 5€ y 47 céntimos- Contesto.- ¿Puedo verlos, por favor?.
El dueño sonrió, emitió un silbido y salió Laika, que se acercó corriendo por el pasillo de la tienda seguida por cuatro minúsculas bolitas de pelo. Uno de los cachorros seguía a los demás con dificultades. Al momento, la niñita se fijó en el perrito lesionado que cojeaba y preguntó:
– ¿Qué le pasa a ese cachorro?
Ezequiel le explicó que el veterinario había descubierto que tenía la cadera deformada.
– Pues ese es el cachorrito que quiero comprar, exclamó Carla, entusiasmada.
– No quiero que quieras comprarlo , dijio Ezequiel, pero si realmente lo quieres, te lo regalo.
Carla se ofendió mucho, miró a los ojos de Ezequiel, apuntándole con un dedo, gritó:
– No quiero que me lo regale. Ese perrito vale tanto como cualquiera y le pagaré a usted lo que valga. Es más ahora le daré todo lo que tengo y le iré pagando 1€ cada semana hasta completar su precio.
– Sabes, no creo que quieras comprar el cachorro -replicó el hombre- nunca podrá correr, saltar y jugar contigo como los demás cachorritos.
Al oir estas palabras, Carla se inclinó para levantarse la pernera del pantalón, enseñando una pierna de madera. Levantó los ojos, miró a Ezequiel y respondió, triste, muy triste, en voz baja:
– Bueno, yo tampoco soy muy buena corredora y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.